jueves, 9 de diciembre de 2010

El sentido de vestirse

Iba a titular esta entrada como un libro de Patrizia Calefato, El sentido del vestir, pero me ha parecido más apropiado lo de "vestirse".

No voy a entrar en eso de que nos vestimos para resguardarnos del frío, protegernos de las inclemencias meteorológicas o para taparnos, en el sentido más pudoroso de la palabra.
Nos vestimos para demostrar lo que somos, tenemos (ya lo dijo Veblen en su Teoría de la Clase Ociosa, y su consumo ostentoso de plena actualidad a pesar de estar escrito hace más de cien años), queremos ser o queremos llegar a ser.

Hoy en día las prendas de vestir han perdido ese sentido utilitario y funcional, y con nuestra vestimenta todos pretendemos algo. Desde el que pasa o dice pasar o despreocuparse por su aspecto, hasta el que es un fashion victim, todos pretendemos algo al vestirnos.

La moda transciende el vestido y se convierte en una industria, en un modo de vida, en una forma artística, en una interpretación, en la plasmación de la actualidad, en una vorágine de tendencias, al margen de propias prendas.

Según estoy escribiendo me doy cuenta en el lío en que me estoy metiendo yo solita al abordar este tema. Me vienen a la mente desde las tribus urbanas, hasta los ejecutivos agresivos. Como veis, nada que ver con el panorama fashion.

Empecemos por el tema de las tribus urbanas, aquí sí que entramos en el tema sociológico, ya que la vestimenta es el elemento cohesionador y distintivo de los miembros del grupo. A través de una determinada forma de vestir, quienes pertenecen a dicha tribu se reconocen entre ellos, los demás les reconocen y se diferencian del resto. Además, las prendas "significan", son símbolos en sí mismas. Los pantalones, chándales, camisetas, zapas, todos talla XXL de los hip-hoperos, rappers, b-boys; las crestas, las chupas de cuero, pantalones pitillos, botas, imperdibles, cadenas...de los punks; las melenas, el cuero negro, las camisetas de grupos musicales de los heavys; los gorros de lana, camisetas de leñador, los vaqueros rotos, las superposiciones de camisetas- camisas de los grunges...y así muchos más.
Una estética ligada a una música, o un pensamiento, o un hobbie, o una forma de ver la vida. Unas prendas que transmiten la pertenencia a un grupo. Una originalidad frente a la masa, pero una uniformidad dentro del grupo.
Hablo de las tribus de mi época, de hace unos años. Hoy en día las cosas han cambiado poco. Me parece que hay una nueva que son los "modernos", (que alguien me corrija si me equivoco, por favor), los gafapastas... Algunos de estos últimos me tienen desconcertada, ya que lo de llevar unas gafas sin cristales, en mi humilde opinión, es un absurdo de tamaño mayúsculo. El colmo del esnobismo.

En cuanto al otro grupo que he mencionado, los ejecutivos agresivos, o mejor y más cercano, el ámbito laboral en general. Los uniformes (policía, bomberos, médicos, enfermeras...) sirven para identificar a quien lo lleva y lo clasifica en un grupo profesional concreto.
En el ambiente "oficinil" (licencia de invención de "palabros" modo "on") pasa tres cuartos de lo mismo, aunque de forma más discreta. Aunque parezca mentira y en principio lo que debería de importar es cómo trabajas y desempeñas tu profesión, cómo te vistes para ir a la oficina te clasifica, positiva o negativamente. A los ojos de tus compañeros y a los de tus jefes. Un aspecto impecable da muchos puntos, pero si es demasiada impecable, puede restar y desatar envidias entre unos y otros. Y la dejadez puede interpretarse como "falta de profesionalidad". Aquí entra la pericia de cada uno para saber dar la importancia que tiene el aspecto físico de las personas que nos rodean y valorarlos por su trabajo.

Al vestirnos significamos, damos mucha información con nuestra apariencia, incluso antes de abrir la boca y decir nada. "Las apariencias engañan", dicen el refranero español.
Recuerdo que leí en una ocasión (pero no recuerdo dónde) que John John Keneddy, se paseaba por Nueva York vestido de vagabundo (o homeless, que es más fashion) y entraba en las mejores boutiques de lujo de aquella guisa, para fastidio y/ desconcierto de los dependientes.. O sin ir más lejos, la famosa escena de Pretty Woman, cuando Julia Roberts  intenta ir de compras y las dependientas la echan de la tienda. Y eso que tenía dinero. Pero en este caso, el dinero no servía. Su apariencia pesaba mucho más que el hecho de tener dinero.

La imagen condiciona, nos guste o no. Significamos con nuestra apariencia.
Y en estos días...¿para qué nos vestimos?

Nos vestimos para ser nosotros...o al menos intentarlo (?).

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