jueves, 3 de marzo de 2011

Adicta a los zapatos

Ilustración de mi gran amiga Maite 

En plena vorágine pre-Fitting room, me tomo un pequeño descanso para escribir un "algo", que lo necesito. Dejo por un momento la aguja y las plumas y cambio de actividad para desconectar.

Hace tiempo que quería escribir sobre el tema "ZAPATOS", un lugar común en el vestuario y  la vida de las mujeres.
Ser adicta a los zapatos no es algo particular de algunas mujeres, es inherente a las mujeres. Por supuesto que habrá excepciones a la regla, pero prácticamente casi todas mis amigas-conocidas-entorno confiesan su adicción a los zapatos. Y sus compañeros, novios y maridos se quejan de la cantidad ingente de zapatos que tienen sus respectivas. Sin ir más lejos, al mío propio le entraban sudores fríos pensando "dónde" iba a meter mi "colección" de zapatos.Y cuando veo el zapatero (ese mueble salvación-solución) que mi padre me hizo, un elemento mimetizado con la pared de nuestra habitación, respiro aliviada. Y él más.

¡Quién me lo iba a decir a mí!
Durante toda mi vida escolar fui con mocasines, uniforme de colegio obligaba. Cuando me liberé de los mocasines, me hice adicta a las zapas. Y durante otros tantos años, las vans fueron mi calzado de cabecera.
Al cabo del tiempo, cómoda que iba yo, pensé que los pies se me estaban acostumbrando demasiado a la comodidad más absoluta y eso no podía ser excesivamente bueno, de cara a enfundarme algún día en unos zapatos. Ni idea por qué pensé en torturarme los pies con stilettos y demás. Visionaria que es una, digo yo.
Ahí comenzó mi afición por los zapatos. Eso y empezar a trabajar en una zapatería de luxe. Un poco radical. Puede ser, pero yo no me caracterizo especialmente por la mesura. Según estoy escribiendo, me doy cuenta del bucle en el que a veces mi vida se convierte: la zapatería de luxe estaba dedicada a los mocasines. Se cerraba el círculo.

Los zapatos me encantan, como al 99% de la población femenina (dato oficioso sacado de ningún estudio, sólo de la observación de la realidad, tal y como he señalado al principio). Y como las marcas son muy listas y saben de esta debilidad nuestra, nos invaden con zapatos. Incluidas low cost. De hecho, sobre todo, las low cost. No voy a entrar en mayores profundidades ni fetichismos varios (que no tengo hoy la cabeza ello). Pero sí quiero comentar un fenómenos que nos encontramos en casi todo en la vida: la disyuntiva "calidad vs. cantidad".
Tener muchos zapatos no significa tener una buena colección de zapatos. Unas bailarinas de Sfera, Blanco o Primark, te sacan de un apuro, pero en mi humilde opinión, no se puede pretender ir "elegante" o estilosa con ellas. El calzado es uno de los chivatos más cantosos de calidad. Unos buenos zapatos se ven a la legua, y unos malos, más todavía. Igual que pasa con los bolsos.

Un buen zapato cambia totalmente un conjunto.
El cambio de zapatos es un recurso muy socorrido: muchas veces es imposible cambiarse tres veces de ropa en un día (obviamente), y con cambiar los zapatos se consigue ir acorde a la ocasión (según yo y mis estándares de perfección, claro). Y diréis: ¿no puedes cambiarte de ropa pero sí de zapatos? Pues sí, porque se trata sólo de una parte del conjunto, y combinar una sola cosa me es mucho más sencillo a nivel mental que pensar un conjunto completo.

Lo de unos buenos zapatos, y necesariamente limpios, es la base de una buena imagen. Puedes ir con una prendas estupendas, super tendencia y de super marca, que como lleves unos zapatos plastiqueros, apaga y vámonos. Esto está muy de moda últimamente en algunos blogs street style y egoblogs. Fotos y fotos del outfit y de repente....tachán! unos zapatos de plástico, que por muy peep-toes, taconazo o salones que sean, se ven de lejos que no son de calidad. Así que en un primerísimo-primer plano cantan la traviata.

No se trata de llevar manolos, louboutins, jimichoos ni gastarse 500 € en zapatos. Unos buenos zapatos no tienen por qué valer un pastón. Sólo estoy incidiendo en la importancia de los zapatos en la construcción de un buen conjunto. El diseño es importante, pero la calidad también.

Señoras, unos mínimos al calzarse.



Y sí, son mis nuevos zaras, a lo Janelle Monae.

Para cerrar, un breve sobre Imelda Marcos, el ejemplo de adicción a los zapatos por antonomasia:
Le "acusaban" de tener 3000 zapatos, y ella, muy tranquila, contestaba: "No, tengo 1060 pares".

Bss!!!

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