jueves, 17 de febrero de 2011

Fracas (sin "o")

-¿Cómo se llama ese perfume que querías? Sí, ese que era como algo sin la última letra. Algo como "infierno" o así, sin la "o". No, no era eso...Dime, ¿Cómo se llamaba?-

¿Quién me manda a mí entrar en Linda Vuela a Río?
Fue con nocturnidad y alevosía, lo reconozco. El inconsciente me traicionó de vuelta a casa y allí me planté. En una perfumería maravillosa con los olores más increíbles. El paraíso de los perfumes "nicho".
Yo de perfumes no entiendo, me pierdo con las notas de entrada, de salida, el fondo, la bergamota, lo cítrico, afrutado, amaderado... Pero entiendo de olores. Y los exquisitos me pierden, que una no es tonta.
Aunque lo de la fidelidad a los perfumes no va conmigo en absoluto. Esto es herencia de una madre que desde siempre ha tenido muchas y grandes fragancias en su tocador, y las combina según los momentos. ¿Acaso no nos ponemos una prenda u otra en función de la ocasión? Pues con los olores sucede lo mismo: hay un olor para cada ocasión. Además, a mi madre todos los olores le sientan genial. El Ph de la piel. Lo malo es que con mi Ph de piel, los olores no me huelen igual de bien que a mi madre. Una pena.

Volviendo a Linda Vuela a Río. Entré allí buscando Fracas de Robert Piguet. Directamente. Un perfume que desde hace años me fascina. Lo conozco porque era el que utilizaba la directora de la tienda donde trabajé mientras estudiaba la carrera. Una mujer encantadora, amable, inteligente y estilosa como ella sola. Y con un olor increíble. Un día le pregunté qué perfume llevaba, y me contestó que era "Fracas", que lo compraba en París, porque era muy difícil de encontrar, y que en muy pocos sitios lo vendían.
Y allí se quedó la cosa. Me quedé con el nombre de ese fascinante olor, que por cierto, nunca pensé en volver a oler.

En aquella tienda, a parte del nombre de ese impresionante perfume, aprendí algunas cosas curiosas. Que me las podría haber ahorrado, por supuesto, pero el conocimiento no ocupa lugar. O eso dicen.
Aclaro que no era una tienda de barrio, sino una boutique de "a 40.000 pesetas" el par de zapatos, y los bolsos a 100.000. Una tienda de lujo. Un lugar que olía a cuero, savoir fare, exclusividad, donde se escuchaba jazz y bossa nova, y la gente que compraba tenía mucho dinero. Ah..."poderoso caballero es Don Dinero", que decía Quevedo. Dinero que por sí sólo no te proporciona educación, y en algunos casos, hasta incompatible. Curiosamente, muchas veces, tristemente comprobé una regla de tres inversa en la que "a mayor dinero que se dejaban en bolsos y zapatos, la educación caía hasta el piso de abajo". Yo como ignorante y pobre estudiante de una licenciatura no podía entenderlo. La realidad era tan surrealista que situaciones "especiales" eran el pan de cada día. En numerosas ocasiones, los buenos días, buenas tardes, gracias y adiós eran especies en extinción, palabras casi de una lengua muerta.
A parte del mutismo a la hora de entrar o dar las gracias, otra práctica muy común y mucho más extendida de lo que cabría esperar, era la peculiar forma de pedir un determinado par de zapatos. La práctica en cuestión consistía en coger el zapato de muestra, sostenerlo en la mano como si diera calambre y le decirle a la dependienta: "¿me lo traes en mi número?"
Sin un "hola", "por favor" y por supuesto sin decir cuál es el número.
"Me lo traes en mi número"...esa declaración de principios.
Aunque parezca mentira, esa frase la pronunciaba el 95% de la gente que solicitaba probarse un par de zapatos. Y encierra mucho más significado que esas seis palabritas inofensivas. Pronunciar esa frase supone una comunicación defectuosa, ya que no se está dando toda la información mínima necesaria para que el mensaje sea comprendido. También supone un desprecio total por tu interlocutor, al que consideras, de base, un ser insignificante cuya función en su triste vida es servirte, o en el mejor de los casos, adivino. O "buen cubero", con el ojo infalible de los de dicho gremio, capaces de calcular medidas con gran exactitud. Nunca comprendí cómo alguien puede decir esa frase y quedarse tan ancho, tan pancho y pensando que le van a entender. Y no digamos ya de la pretensión de que alguien te traiga ese par de zapatos deseados, en el número exacto y preciso de dicho excelso pie. Comunicación defectuosa y un alto concepto de la propiedad: "mi número". Ese 39 que sólo esa persona tiene. En fin...

En otra ocasión, en la tienda el aire acondicionado estaba un poco alto, y un señor me preguntó que si sabía cómo habían sido derrotados los alemanes en tierras rusas durante la Segunda Guerra Mundial. Flipé en colorines, y como soy super educada (o lo intento) que lo suyo les costó a mis padres mandarme a un cole de pago, en vez de decirle que por favor no me vacilase, me armé de paciencia y le dí una respuesta. Yo de pocas cosas sé, pero de historia contemporánea tengo una ligera idea. "No iban preparados para las frías temperaturas de la estepa rusa y sufrieron congelaciones". O algo así, más menos le dije. "Pues eso es lo que sucede aquí" me dijo. Y se fue. Creo que el señor pensaba que yo iba a quedar impresionada ante ese alarde de agudeza mental, esa capacidad de crear referencias históricas y se iba a poder lucir ante una ignorante y pobre dependienta...Ni idea. Otra anécdota más.

En inglés hay una expresión que me encanta cómo suena,  y que a modo de chorrada y para cerrar este desvarío de hoy, aparece en la canción de Aerosmith Dude (Looks like a lady)..."Never judge a book by it's cover..."
(Y sí, el cantante, Steven Tyler es el padre de la actriz Liv Tyler).



Pues eso, "Fracas", como "fracaso" pero sin "o". 

Bss!!!!

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